Juan Orellana | 18 de diciembre de 2020
Bagdad Café, La leyenda del santo bebedor y El festín de Babette son tres propuestas mucho más profundas y verdaderas que tantas películas que nos llegan con la palabra ‘Navidad’ en su título.
Desde que el hombre es hombre se ha servido del «relato» para hacer más comprensible su relación con los grandes misterios de la vida. Los griegos se entendieron a partir de mitos que narraban historias de dioses y héroes. La Biblia, base de las grandes religiones del Libro, no es un ensayo filosófico ni un código moral. Es un conjunto de relatos, es decir, de historias humanas hechas de personajes y acciones, como cualquier novela, cuento u obra teatral. Y no es cuestión de primitivismo: los relatos nunca han dejado de acompañar al hombre en la búsqueda de su Destino, por muy «avanzada» que fuera la cultura del momento.
Ciertamente ha cambiado mucho el formato de las narraciones y, por ejemplo, los «grandes relatos» de épocas con un gran sentido sagrado de la realidad dejaron paso a la novela en el siglo XIX, dando protagonismo al sentimiento trágico de la vida, la soledad o la difícil felicidad. En la historia de esos relatos que constituyen la gran autoconciencia del ser humano, hay un momento que supone un salto cualitativo en la forma de narrar: la aparición del cinematógrafo. El lenguaje del cine permite integrar todas las artes narrativas precedentes y posibilita una gran inmediatez en la comunicación del relato.
Se acerca la Navidad, en la que los cristianos del mundo entero celebran el Misterio de la Encarnación, algo que supera la imaginación de cualquier hombre a lo largo de la historia: Dios, absolutamente trascendente e inalcanzable, imaginado desde siempre y de muchas formas por toda la humanidad, decide entrar en la historia asumiendo la condición humana, carnal, tangible, sensible… compartiendo los límites espaciotemporales de nuestra existencia. Es el gran Imprevisto, un acontecimiento que imprime a la realidad y al conocimiento una novedad sin precedentes e irrepetible. Y ¿cómo relatar semejante Hecho?
El cine nos ofrece ejemplos de gran valor artístico que relatan historias que, en clave metafórica, nos ponen frente al hecho de la Encarnación, subrayando uno u otro aspecto del mismo. Vamos a proponer tres casos de cintas europeas que se estrenaron en el lapso de menos de un año. La alemana Bagdad Café (Percy Adlon, 1988), la italiana La leyenda del santo bebedor (Ermanno Olmi, 1988) y la danesa El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987).
Bagdad Café retrata el Imprevisto. La historia se emplaza en un lugar infernal, una gasolinera destartalada en medio del desierto de Mohave, cerca de Las Vegas. Todo está sucio y roto, habitado por una familia instalada en el reproche y el desamor. La llegada inaudita de una turista alemana, que viene arrastrando su maleta por la polvorienta carretera, va a introducir una novedad inesperada, y convertirá ese lugar yermo de humanidad en un recinto de fiesta y alegría, al que se dirigirán con entusiasmo todos los camioneros de la región. Gran metáfora de la irrupción de Cristo en la historia. La podemos ver en Filmin.
El festín de Babette es otra gran metáfora: de la Gracia. En el siglo XIX, una comunidad luterana de Jutlandia, formada por ancianos tristes atados a un atávico moralismo formal, acoge a una refugiada francesa que huye de la situación violenta que se vive en París. Como agradecimiento, ella, una gran chef, les organiza una cena digna del mejor rey. Los comensales piensan que tanto placer es algo pecaminoso, hasta que se abandonan a semejante muestra de gratuidad y recuperan la alegría de vivir. Se puede ver en Filmin y Amazon Prime.
Por último, La leyenda del santo bebedor es un canto a la Misericordia. Un hombre alcohólico se compromete a entregar una limosna, pero no es capaz y sucumbe a su vicio. Sin embargo, un hecho milagroso atravesará su debilidad y le permitirá cumplir su promesa. Su fragilidad es perdonada sin nada a cambio y, en el último momento de su vida, es restaurada su humanidad. Hermosa metáfora de la Redención. Se encuentra en Movistar+ y FlixOlé.
Estas tres propuestas son mucho más profundas y verdaderas que tantas películas que nos llegan con la palabra ‘Navidad’ en su título. Tenemos en Navidad una ocasión excelente para disfrutar de ellas. No la dejen pasar.
En el cuarto movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven irrumpe de pronto la voz humana. Lo que viene a poner de relieve esta muchedumbre del coro no es solo la dignidad del hombre, sino la alegre grandeza de su alma, el poético amor entre hermanos, la resurrección final de la carne.
El relato, como la Navidad, es breve e intenso. Un género literario perfecto para degustar entre comilonas, celebraciones y regalos.